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El merodeo de un cazador de instantes por el dolor y la muerte

 

De Tam-Tam Press / 15 de julio de 2015 / CRÍTICA DE ARTE, FOTOGRAFIA/

El crítico astorgano vuelca su mirada sobre la exposición de fotografías ‘Distancia justa’, de ranommanfotho (seudónimo de Andrés Palmero Alonso), que se puede ver durante estos meses de verano en el Restaurante Karne Magna de la capital maragata. De la mano del autor, Eloy Rubio descubre la luz escamoteada, la oscuridad esencial que es imposible de conocer y la contorsión del instante.

Por ELOY RUBIO CARRO
astorgaredaccion.com

 

 

 

 

Vivir la claridad de la noche es conocer el desastre –hablo de oídas– viene a decir Maurice Blanchot.

Esa oscuridad preservada de la luz, esa oscuridad purísima y esencial es imposible de conocer; la luz la escamotea y su ser oscuro no puede desvelarse por lo que siempre queda secreta.

No creo que pudiera decirse esto del dolor, pero sí de la muerte. Acuérdense del ‘tetrafarmakos’ de Epicuro y de cómo es esta imposibilidad de lidiar con ella lo que nos facultaría para perderle el miedo.

No sucede lo mismo con la muerte del otro, con el dolor propio y con el del otro, con la apropiación del dolor del otro.

Digo esto porque son los elementos con los que tendremos que lidiar para pensar las fotografías que expone Ranomman Palmero bajo el título ‘Distancia justa’, en el Restaurante Karne Magna, de Astorga.

La exposición, a pesar de ser breve, presenta un recorrido por los asuntos y estilos que Ranomman viene tratando en los últimos tiempos. No quiero decir con esto que tenga que abocarse a un estilo único, pues tal vez lo que unifique toda esta diversidad sea el intento de describir el dolor de la vida y la inaccesibilidad de la muerte.

Hay dos fotografías, realizadas en estudio, casi diría que de entomólogo; en ambas se propone una realidad sucia, una mirada irónica sobre las formas de la publicidad que eluden el trabajo de la muerte. Ahí la tienen ustedes hermosa y oculta, la podredumbre de esa fruta que si no fuera buena para comer sí sería buena para pensar (la foto presenta la disección de un plátano). La otra fotografía es la de los ‘rizomas de la cebolla’ (las metástasis que surgen de una cebolla cortada). En un momento de sensibilidad exacerbada –“Yo alguna noche dormí con la muerte en mi habitación”– puede producirse un refinamiento de la visión, que lleva al presagio de la pura estética; eso que en otras ocasiones pasaría desapercibido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                              Una de las fotografías de la exposición. © Andrés Palmero Alonso / ranommanfotho.

 

 

Ranomman es un cazador del instante, por ello abundan las fotografías en las que los sujetos se encuentran en torsiones límite, contorsionados. Plasma ciertas prácticas en las que se realizan movimientos bruscos o de volatín para retratar su extrema gestualidad, un paso del cuerpo imposible en la quietud. Una invisibilidad que no es la de la transición, la cual se obvia en el montaje que hacemos de lo real, sino la del instante insólito y acelerado que de otra manera tampoco podría verse.

Ello también puede apreciarse en dos fotografías que muestran una seriación de tres (es decir tres fotografías seguidas en la misma lámina), la transición es redundante para la expresividad aunque forme parte de lo real, entonces dar con los instantes esenciales es dar con todo, no es en las grietas donde se escuda la verdad y sufriríamos del vértigo ‘zenoniano’ de buscarla ahí.

Por último está la serie de los retratos que parece que dimanen de ‘la foto de la laguna pantanosa’. En ella, al caer de la tarde vemos un mundo viejo, encalmado; “la desnudez recordada de los cabellos negros del sol”. Alguien pisa levemente el agua somera de la charca, la breve onda solo alcanza a aureolarle la sombra; estaríamos ante una muy tímida tentativa de recomienzo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                                    Una de las fotografías de la exposición. © Andrés Palmero Alonso / ranommanfotho.

 

 

De ahí, digo, habrían nacido esos retratos, cada cual de los retratados hundido en esa charca que los pone ante sí, frente a la pregunta de la vida, frente a la pregunta por el ser, a la pregunta de quién soy yo y de cómo se llega a ser ‘yo’ capa sobre capa, metástasis a metástasis; y de cómo de ahí se está en la diferencia.

Esos retratos psicológicos, de esas ‘vidas por oficio’, tan contrastados tan diáfanos sobre la noche en fondo, desangrados de su nocturnidad, des(h)echos de ella.

La vida indestructible de Dionisos en los ‘guíos de las cebollas’ augura ya la diferenciación de las vidas, la individuación que se reb(v)ela en el uso extravagante y afuncional de los instrumentos de su oficio; como si de pronto al pensarse a sí mismos nos hicieran entrega de ese pensamiento suyo. “No puedes ir con una foto totalmente preconcebida, pues el sujeto maneja su herramienta de manera creativa”; así el ‘disc jockey’ pretende que  la música irrigue desde su cerebro, de su propia sangre; mientras que el trompeta se sorprende de su melodía en el eco que le vuelve el universo. Cada cual un personaje en busca de autor.

Pero esto solo puede suceder ante unos ojos que escudriñan, y por vez primera al ser visto te descubres.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                         Una de las fotografías de la exposición. © Andrés Palmero Alonso / ranommanfotho.

 

 

http://tamtampress.es/2015/07/15/el-merodeo-de-un-cazador-de-instantes-por-el-dolor-y-la-muerte/

 

http://tamtampress.es/2014/09/15/integrar-la-ciencia-en-la-vida/

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